El duelo eterno continúa. Las luces de la ciudad no
apaciguan a la bestia, solo la enloquecen en su danza. Furia deforme, corrompe
lo que toca. No hay penas con anestesia ni ciencia curiosa, no hay cura para la
vida. La bestia se aferra a lo que considera su tierra, un cementerio de madera
sin tallar, un bosque sin árbol, agua sin mar. Mi espada flanquea, su poder se
dilata como mis pupilas al amanecer de un nuevo día. Almas cónyugues, víctimas
en la caída, te esperan con lágrimas de sal, y sus cuchillas ensangrentadas
definirán tu vida sin piedad
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